"Esto es algo que me hubiera gustado que me dijeran al empezar la universidad" | Articulo

sábado, 16 de mayo de 2020

¿Recuerdan esa sensación de cuando empezábamos por primera vez la universidad? Quiero decir, la mayoría ya habíamos visitado el lugar antes por el recorrido y la charla y esas cosas, pero el primer día era... bueno, el primer día.
Ibas muy emocionado en el trayecto en bus o en coche, te perdías yendo a tu primera clase, y luego estabas completamente aterrado cuando, sentado en tu asiento, veías entrar como a cinco profesores que te iban a dar solo una materia.

Era un asunto importante. Sabías que ya no estabas en secundaria y eso era aterrador. De repente te encontrabas con toda esta presión por parte de padres, profesores de secundaria que te habían advertido de cómo serías un número, las materias que debías aprobar y conseguir equilibrar eso con al menos un poco de vida social. Y finalmente estabas allí, tu primer año.

Y a pesar de todas las advertencias, siempre hay algo que se les olvida decirte:  y es que la universidad no es la secundaria. Pero no solo por las razones que piensan.



Volvamos al pasado, ah, los viejos tiempos... terribles cuando pienso demasiado en ellos.
Viajemos a la época de Belén en el liceo donde era la clase estudiante tipo A que no se esforzaba demasiado pero que sacaba buenas notas, y, siendo realista, mi primer semestre de facultad fue básicamente igual. Tenía tiempo para mis estudios, relajarme y tener vida social.
Pero en el segundo semestre conseguí empleo... y bueno... las cosas se complicaron un poco.

Hoy en día, es muy difícil estudiar y no encontrarse con que gran parte de los estudiantes estén trabajando, la mayoría que pertenecemos a esa clase no-alta, debemos ayudar sea en el alquiler de la casa, o porque vivimos solos, o hay que pagar el transporte, la comida, etc, etc, etc.  Y quieras o no, eso acaba complicando encontrar tiempo en el día para poder hacer todas las materias que cada semestre pedía.

Pero, como soy absolutamente terca y miraba demasiadas series juveniles donde eso era posible, decidí equilibrar mis estudios con un trabajo de siete horas. Rendir todas las materias y básicamente llegar rendida a mi casa a las once de la noche.
Y no bromeo, mis días eran levantarme a las seis, viajar a la facultad, tener clase hasta las doce, correr al ómnibus, irme directamente al trabajo, tener unos minutos en el medio libres y luego trabajar hasta las 10, donde luego debía tomarme otro ómnibus para llegar a mi casa.

Mis días, incluían desayunar café en clases y no comer hasta que tenía mi medio turno o pellizcaba algo en el ómnibus yendo a trabajar (y a veces ni siquiera tenía media en mi trabajo, porque me explotaban un poco).
Digamos que llegaba el fin de semana y estaba literalmente muerta.

Podías verme en clases mientras mi profesor me hablaba de los tipos de contrato y de repente mi mente era invadida por una especie de neblina y sentía que mis ojos se cerraban. Eso hacía que fuera casi imposible prestar atención a mis clases, lo que era todavía peor.


A partir de eso, y siendo honesta, todo fue a peor. El cansancio me ponía de mal humor, el mal humor me hacía tener arranques de estrés y el estrés me provocaba muchísima ansiedad. Siempre me veías al borde de tener un ataque de nervios, porque entre los parciales, la cantidad de ómnibus que debía tomar por días, mantener un buen promedio para sostener mi beca, no detenerme en  ningún momento para descansar la mente y comer y tener que atender al público, no respiraba.

Después de mi último año de secundaria, creo que esa fue mi peor época. Podía sentirme al borde de llorar por no poder con las materias, sentir que no podía con el semestre y sentirme una completa fracasada por ello.  
En promedio, soy una persona que bebe demasiada cafeína, (te puedo llegar a tomar un día normal de 4-6 tazas), pero en esa época era imposible no verme en todo momento con café encima (y en distintas modalidades, me veías con las tazas de McDonalds en la mañana —gracias a que está en la esquina de mi facultad—, me compraba los sobrecitos para el trabajo, o en la plaza de comida me veías comprando más). O los días en los que me debía quedar despierta para tener más tiempo para los parciales y al día siguiente era "El prisas".

Fue a finales de mi segundo año de facultad, entrando en tercero, que estaba bastante mal emocionalmente debido a que no me estaba yendo tan bien (y eso me frustraba bastante, porque cada vez que tenía tiempo estudiaba, pero mi cerebro por el cansancio no retenía la información que debía retener sin mezclarse con mis otras responsabilidades del trabajo) que uno de mis profesores nos dio a todos una charla que me quedó marcada para el resto de mi vida universitaria, y que si alguien me la hubiera dado cuando empece, quizás podría haber disfrutado más de mis primeros años.


*Bart era básicamente yo*

Mi profesor (Obligaciones y Contratos, una de las materias más pesadas, por así decirlo) detuvo un momento la clase, sin razón aparente y dijo que quería hablar con nosotros debido a los últimos parciales. Cuando preguntó por qué habían sido tan bajos, uno de los comentarios que recibió en respuesta, fue la gran carga que tenía el nuevo plan de estudios (contexto: justo cuando entre en Facultad el plan de estudios fue comprimido, por lo que se agregó mucho más carga de estudio para el estudiante, y entre la nueva normativa, estaba la que impedía que no fueras a clase, es decir, tenías que ir a clase y tenías que leer dos veces más). Fue entonces cuando el profesor comenzó diciendo que entendía lo de la carga que suponía este nuevo plan, muchos profesores se habían quejado al respecto debido al mismo, y como este... le quitaba peso a la carrera.

Y en ese momento, después de decir esas palabras, dijo las siguientes que marcarían un antes y un después en mi vida: 

Cuando entran en la universidad, muchas veces se olvidan de un pequeño detalle.Esto no es la secundaria.
Parece simple, ¿no? algo bastante bobo que decir. Pero... piénsenlo un momento. Cuando entramos en la vida universitaria, solemos tener incrustado el chip de primaria y de secundaria, el cual te decía que solo repetían los que no sabían nada, y que recursar una materia o perder un examen es motivo de vergüenza.
Entonces, cuando entramos en la universidad creemos que debe ser igual. Es mejor aquel estudiante que no se lleve ninguna materia, que tenga las mejores notas... pero... eso no es cierto.
Al asumir que llevar la carrera en tiempo y forma es igual al éxito o a que eres más o menos inteligente que el resto de tus compañeros, es el peor de los errores que podrías cometer.  Porque al hacerlo, asumes que todas las mentes funcionan como una misma mente, asumes que todas las condiciones son las mismas, y que la forma de encarar ciertas materias son iguales (quiero decir, fui la única de un salón de más de cien personas en aprobar sin parpadear una materia que me apasionaba sobre historia del derecho, pero era una de las peores estudiantes que cursaban otra materia llamada "economía").



Y también se olvidan de otro detalle: después de la universidad, ya no hay nada más. Después van a tener que ejercer con todo eso que aprendieron en sus años universitarios. Y si solo han estudiado para poder aprobar parciales, ¿creen que eso va a hacer que sean buenos profesionales?

Y ahí fue cuando dijo las siguientes palabras, las mágicas palabras que convirtieron a una masa estresada de estudiante, en una estudiante que aprendió a disfrutar de su carrera: 


No importa si tardan 5, 6, o 7 años o más. Mientras que salgan de esta facultad, sabiendo que al día de mañana podrán ejercer la carrera y ser buenos profesionales.

En esos momentos era como si la luz de la ventana iluminara a mi profesor y una aureola brillase sobre su cabeza. Era como si Moisés me estuviera abriendo las aguas y dándome las respuestas a una pregunta que ni siquiera sabía que estaba preguntándome. Porque eso, justamente esas palabras, era las que necesitaba oír.
Fue como si la piedra que llevaba tanto tiempo apoyada en mi pecho se hubiera ido, y pudiera por fin respirar.

Si, si escogemos la educación superior, debemos preocuparnos por nuestros estudios. Pero en el momento en el que la universidad está quitando tu salud mental, en el momento en el que te lleva al borde del llanto, y a ese deseo autodestructivo de creer que eres un fracaso, es que debes detenerte y volver a leer esas palabras.
Una y otra vez, de ser necesario.

Es más importante la calidad del profesional, que los años que le llevó convertirse en él. 

No vas a ser mejor o peor abogado, doctor, arquitecto, escribano, o artista si te tomó más o menos tiempo graduarte de tu carrera. Nadie te está persiguiendo, detente, respira y disfruta en última instancia de esos años-
La universidad es una herramienta a nuestra disposición para que aprendamos de ella, porque una vez que termine, ya está. No vas a poder ir a preguntarle a tus profesores por dudas que tendrías que haber resuelto hace mucho tiempo atrás.

Sé que muchos de ustedes se siente en estos momentos de esa manera, tras todo lo que está ocurriendo en el país, sienten  un terrible estrés. Un agobio constante por no poder llevar todo a la vez con los pocos medios con los que cuentan.
Por eso quiero que cuando pasen por esos momentos, recuerden estas palabras y recuerden además estas otras: no están en su casa intentando estudiar porque están encerrados, están intentando estudiar en sus casas en medio de una pandemia mundial.



Así que respiren.
Y vuelvan a leer esto una y otra vez cada vez que lo necesite.





2 comentarios:

Santa Template by Mery's Notebook © 2014